Playa Sveti Stefan Budva Montenegro europa , Playas del mundo



Fueron pescadores, navegantes y también comerciantes. Si los fenicios siguieran existiendo, a buen seguro habrían levantado todo un imperio, con hoteles distribuidos por todos y cada uno de esos lugares remotos hasta cuya costa un día llegaron. Porque sí, ellos también descubrieron algunos de los rincones más bellos de lo que hoy conocemos como Montenegro, situado en la Península Balcánica, a orillas del Mar Adriático. Montenegro es un país joven, muy joven, constituido como tal hace apenas siete años tras disolverse la federación que formaba con sus vecinos Serbia y Kosovo. Conviene repasar un poco la historia para elegir con causa este destino al alza, tierra de escarpadas montañas, bosques milenarios, lagos de aguas cristalinas, monasterios que se aferran a acantilados rocosos y playas de ensueño. Puede que no exista otro lugar en el mundo que, siendo tan pequeño, con apenas 650.000 habitantes, reúna entre sus límites tanta riqueza natural.

Hay muchos lugares sorprendentes que merecen ser descubiertos. Uno de ellos es Sveti Stefan, que curiosamente ya conquistó a personajes del star system de Hollywood, como Kirk Douglas, Sophia Loren o incluso el mito Marilyn Monroe. ¿Cómo es posible? Solamente hay una respuesta: el pueblo es, en realidad, un hotel. Descubrimos una isla con dos playas que se podría definir como todo un capricho personal.

Un pueblo de pescadores



Vayamos por partes. Para llegar hasta aquí primero habremos tenido que aterrizar en Pogdorica, la capital montenegrina, y, una vez en tierra, viajar rumbo al suroeste hasta Cetinje, la antigua capital y sede en sus tiempos de la Casa Real, a 30 kilómetros de Budva, centro turístico por excelencia, famoso por su animada vida nocturna y sus casas multicolor, tan inequívocamente mediterráneas. Dicen que fue descubierta por un marino griego llamado Boutoua y que incluso fue una isla que después se unió al litoral mediante una lengua de arena. Leyenda e historia se funden por las estrechas calles de su Ciudad Vieja, de la que parte un sendero que conduce a su playa más concurrida, la de Mogren, encajonada entre acantilados.

Podemos parar un rato y disfrutar de este entorno antes de subirnos de nuevo al coche y recorrer los apenas ocho kilómetros que separan Budva de Sveti Stefan, un antiguo pueblo de pescadores fortificado allá por el siglo XV con el fin de protegerlo de posibles ataques piratas. Parece ser que fue un antiguo y poderoso clan montenegrino el que consiguió el dinero para construir las murallas, después de saquear una galera turca. Pero quitémosle solemnidad al asunto: Sveti Stefan quiere decir en español, sencillamente, San Esteban, que es casi una isla, elevada sobre un promontorio rocoso. En realidad solo está unida a tierra por un istmo de arena. Visto de lejos, parece un pueblo medieval, con sus casitas y sus tres iglesias, en el que se intuyen calles y patios que casi siempre van a dar a algún punto misterioso desde el que asomarse a contemplar el mar??? Atención: esto es lo que era, pero no lo que es hoy. Todo el pueblo forma parte en la actualidad del hotel Aman Sveti Stefan, que también tiene su propia y curiosa historia. Veamos.



Playas de arena rosa



Fue en el año 1934 cuando la reina María de Yugoslavia se hizo construir, en Sveti Stefan, a los pies de la cordillera de Lovcen, una residencia estival en un paraje idílico frente al mar, en una finca rodeada por más de ochocientos olivos. A principios de los años 60, cuando la villa ya estaba abandonada y en desuso, los pintores Petar Lubarda y Milo Milunovic se enamoraron del lugar y decidieron poner todo su empeño en hacer, no solo de la vieja residencia real sino de todo el pueblo, un complejo turístico. Las antiguas casas de pescadores fueron transformándose poco a poco en dependencias donde alojar a huéspedes que buscaban, ante todo, evadirse del mundo. Las dos playas de arena inexplicablemente rosa que rodean el istmo componían la estampa perfecta de un enclave que rápidamente se convirtió en el preferido de las estrellas de Hollywood, que, con su presencia, hicieron de Sveti Stefan una pequeña meca del glamour, lejos, muy lejos de todo.

En bicicleta y en barco



Los arenales de Sveti Stefan, conocidos como playa Milocer y playa de la Reina, se prolongan durante dos kilómetros, para disfrute de los bañistas, que tienen a su disposición hileras de elegantes sombrillas bajo las que refugiarse del sol. Situada justo en el centro de la costa montenegrina, esta particular isla-hotel es mucho más que un destino de mar, es casi una reserva ornitológica ya que aquí es fácil observar el paso de aves tan curiosas como el pelícano dálmata y el ibis negro, dada la proximidad con el lago Shkodra, situado justo en la frontera entre Albania y Montenegro. Probar los vinos que se elaboran en las bodegas cercanas, que emergen entre infinitos campos de viñedos, alquilar una bicicleta y recorrer los caminos del interior o disfrutar de un paseo en velero son algunas de las actividades preferidas de los afortunados que hasta aquí llegan. Aunque quizás la mejor recomendación sea la de aguardar la caída del sol desde uno de los barcos de madera que emulan el pasado pesquero de este inmenso, pero sencillo, reducto de paz.


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