La Tailandia más exquisita

La Tailandia más exquisita


Tailandia es el reino de la belleza y Krabi su región más espectacular. En sus islas están esas playas que salen en las películas, de deslumbrantes arenales blancos, impecables, envueltos en verdes intensos y jalonados por catedrales de roca que emergen de un mar tan turquesa y calmado que se diría irreal. Puede que cueste creerlo, pero esos escenarios existen en la vida real. Y mejor todavía: se puede ir a disfrutarlos a conciencia.

Haga un experimento: cierre los ojos y visualícese a sí mismo en lo que usted entienda como paraíso. Si la sola palabra ya le trae a su mente imágenes que se parecen a las fotos que acompañan a este texto, tal vez no necesite seguir leyendo sino ir a comprar un billete para viajar a Krabi, un lugar que, definitivamente, más que ser contado merece ser vivido. Una vez esté allí, montado en un long-tail, uno de esos barquitos de madera alargados y pintados de vivos colores, inhalando esa belleza inmensa alrededor, lo más seguro es que no sea capaz de articular palabra. Y entonces quizá se recuerde leyendo estas líneas que un día le convencieron para ir a enamorarse de una región que es especial por muchas razones.

En verdad somos afortunados por habitar un planeta que encierra miles de playas de ensueño a lo largo y ancho de sus cinco continentes. Unas son arenales infinitos y otras son calas recónditas. En algunas el mar no se cansa de batirse en duelo con las rocas mientras que en otras permanece inalterado como un estanque a la espera de que alguien tire una moneda. Todas tienen particularidades que definen caracteres distintos, claro que sí, pero las del sudeste asiático, y concretamente las del suroeste de Tailandia, tienen algunos alicientes que las hacen únicas, empezando por esa luz suavísima que las tamiza, las ensalza y les confiere ese halo de misterio con el que logran seducir al más viajado. Para llegar hasta Krabi desde España hay que volar durante muchas horas hasta cruzarse medio mundo. Así que, una vez allí, la sensación de saberse en un enclave tan lejano y diferente es brutal. Si quiere recrearse en ella, empiece por observar la vida alrededor. Y hágalo nada más llegar porque la misma ciudad de Krabi, que realmente no tiene mucho interés si ya ha pasado antes por Bangkok (lo cual es absolutamente recomendable), ya le va a dar alguna pista. Aunque solo llegue a intuirla desde la ventanilla del taxi que le llevará del aeropuerto a su hotel en la playa o al muelle en el que paran los ferries que van a las islas, el tiempo, poco o mucho, que pase en esta localidad de apenas 25.000 almas le servirá para reafirmar la máxima de que, si algo es Tailandia, es una constante contradicción. Y lo es desde muchos puntos de vista, pero sobre todo entre una actividad incesante y una tranquilidad máxima.

Rumbo a la calma



Lo mismo que en la bulliciosa capital, aquí también la calle puede ser un hervidero de gente por todas partes. Ruidos, olores, vendedores, puestos de comida, coches, motos y tuc-tucs conviven en caótica armonía. Sin embargo, los thais siempre tienen a mano un espacio en el que el tiempo se queda detenido, independientemente de lo que suceda fuera. Así, los templos que se hallan a cada paso, por pequeños que sean, funcionan como santuarios que procuran unos instantes para el reposo y el recogimiento. Por mucho que sus vidas urbanas orbiten las 24 horas del día en ese no parar infinito que los europeos no terminamos de imaginarnos hasta que no nos vemos en una ciudad asiática, ellos siempre encuentran momentos para el sosiego, ya sea rezando o relajándose con un masaje en un indiscreto local a pie de calle, a la vista de todos.

La vida entre manglares



La intensidad de la actividad de las ciudades tailandesas ciertamente puede colapsar a más de un forastero. En ese supuesto, no hay lugar a la desesperación porque este país tiene soluciones para todo. Y así, a distancias más que prudenciales, como es el caso de Krabi, adonde se llega en avión en apenas una hora y cuarto desde Bangkok, existen mil y un rincones capaces de apaciguar hasta las almas más agitadas. La desembocadura del río Krabi ya sirve muy bien para ello puesto que es un paraje que infunde una profunda serenidad. Cargado de toneladas de sedimentos que terminan por vomitar a su encuentro con el Mar de Andamán, este río es el artífice de un paisaje bellísimo de aguas pantanosas y bosques de manglares que vive a merced de los caprichos de las mareas y que desde luego resulta muy placentero admirar a bordo de un kayak, en la que es una excursión-experiencia imperdible.

Unos quince kilómetros más allá empiezan en serio las emociones fuertes, ya que es en Ao Nang donde se presentan las primeras visiones de esas playas frente a las que hay que frotarse los ojos varias veces hasta estar seguro de que son de verdad. La naturaleza ha querido añadir aquí y también en las islas vecinas un toque maestro de gracia para conceder aún un mayor dramatismo a esta hermosura sin igual a golpe de gigantes de roca kárstica. Algunos son montañas enteras que parecen paredes empeñadas en llegar a tocar el cielo y otros, más impactantes si cabe, están anclados al fondo del mar como enormes icebergs de piedra cuya misión fuese vigilar el horizonte. Estos escenarios que se quedan grabados en la memoria para siempre se extienden también a lo largo de la costa de la península de Pranang y en la playa de Railay, de largo una de las más bonitas de Tailandia, que ya es decir. Aquí las tardes son para sentarse tranquilamente en la arena y observar cómo los pescadores ataviados con sus sarongs, esa especie de falda que solo ellos saben llevar, arrastran hasta la arena sus barcos de madera adornados con cintas de colores y jazmines. En Railay se circula todavía (y ojalá por mucho tiempo) por senderos de tierra que trepan hasta abruptos acantilados llevando a miradores y cuevas escondidas que regalan vistas de películas de piratas. Por supuesto, este es el paraíso particular también de los escaladores más exigentes, quienes ven aquí cumplidos todos sus sueños. Sin embargo, el de los buceadores queda un poco más lejos pues es en las islas donde se encuentran los fondos marinos más atractivos.



Escenarios de película



De las 154 islas que pertenecen a la provincia de Krabi, las de Ko Phi Phi son las más famosas desde que se supo que allí es donde se rodaron algunas escenas de filmes como 007: el hombre de la pistola de oro y La isla de las cabezas cortadas, aunque ninguna de estas dos les concedía tanto protagonismo como La playa, la superproducción que contiene muchos planos grabados en la bahía de Maya de Ko Phi Phi Leh. Esta es la segunda isla más grande del archipiélago después de Ko Phi Phi Don. Las otras dos son Koh Yung y Koh Pai, también conocidas como Mosquito y Bamboo Island, respectivamente. Es probable que ni la mitad de la gente que llega hasta allí hoy en día haya visto ese thriller de Danny Boyle en el que Leonardo Di Caprio lucía casi tan exuberante como la naturaleza que le servía de telón de fondo. Hubo polémica con esta historia porque, al parecer, después del rodaje el equipo no dejó el espacio tal y como se lo había encontrado. El gobierno recurrió a los tribunales y la productora fue condenada a reparar los desperfectos. Pero, entre tanto, en 2004 llegó el devastador tsunami que, por paradójico que parezca, en este lugar ayudó en cierta manera a despejar las localizaciones y a devolverles su apariencia original. Sea como fuere, hay una máxima que se cumple casi siempre con respecto a los escenarios cinematográficos, y es que suelen funcionar como el mejor de los reclamos turísticos. Mal que nos pese, Ko Phi Phi no es una excepción a la regla y una vez que brotaron restaurantes y algunos hoteles y pequeños resorts bungalows de madera aquí y allá, no se puede negar que hay demasiados turistas, especialmente en temporada alta.

La buena noticia es que no hay que recorrer grandes distancias para encontrar un paraíso que rezume autenticidad. Ko Lanta, a una hora en transbordador rápido, es otro archipiélago compuesto esta vez por 51 islas e islotes. La que antaño fuese una escala fundamental de chinos y árabes en las rutas comerciales por el Índico es ahora una meca para submarinistas o para cualquiera que desee regalarse una estancia en un oasis de aguas templadas que sirven de hogar a extensas colonias de corales y millones de peces tropicales de arrecife. Bienaventurados todos esos peces que viven aquí todo el año mientras que a nosotros, más tarde o más temprano, nos toca dejar atrás el paraíso.

Cuatro excursiones imprescindibles



1. La Cueva del Tigre

Apenas a diez kilómetros de la ciudad de Krabi (de hecho, se llega cómodamente en tuc-tuc o en taxi) se encuentra el Wat Tham Seoua, un templo que es en realidad un laberinto de cuevas naturales envueltas en una vegetación salvaje. Nada menos que 1.237 escalones hay que subir por una ladera hasta alcanzarlo, pero la recompensa de sus vistas panorámicas bien merece el esfuerzo. En torno a él habita una amplia comunidad de monjes budistas y hay centro de meditación.

2. Trekking en elefante

Los elefantes van unidos a la historia y la cultura tailandesas desde tiempos remotos y hasta hace no tanto eran imprescindibles para ayudar en las tareas del campo. Sin embargo, ahora están a disposición de los turistas para llevarles de excursión. Un trekking a lomos de uno de estos mastodontes entre la selva de manglares de Krabi es una experiencia de las que no se olvidan. Los que se contratan en el campamento de elefantes de Nosey Parker???s (www.krabidir.com/noseyparkers/) duran un par de horas, cuestan unos 18 euros y se pueden completar con otras actividades, como una ruta en kayak o una visita a un jardín de orquídeas.

3. La Laguna de Cristal

El Parque Natural de Thung Teao, situado en el área de Khao Pra-Bang Kram, es otra localización que hay que tener muy en cuenta en este viaje. La laguna está rodeada de un inusual bosque de tierras bajas ricas en biodiversidad, con un sendero natural que permite observar decenas de pájaros exóticos. El bosque es una maravilla de árboles centenarios enmarcados por colinas de piedra caliza que abrazan toda una colección de piscinas naturales de aguas cristalinas.

4. El santuario para las tortugas

Si se dispone del tiempo suficiente, el Parque Marino de Ko Tarutao es otra zona que se puede abarcar, aunque queda ya cercana a la frontera con Malasia. La que se jacta de ser la reserva marina más grande de Tailandia está compuesta por una cincuentena de islas que desbordan todas las expectativas de quienes anhelan encontrar paraísos inmaculados, hasta el punto de que solo se permite la entrada a turistas entre los meses de mayo y noviembre. Tarutao, Adang y Lipe son las únicas tres islas habitadas por personas, se entiende, porque el resto es territorio particular de langures, macacos, todo tipo de aves exóticas y centenares de tortugas de distintas especies que acuden a desovar en sus playas en lo que es un espectáculo impresionante.



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